«Cómplices de SFO»
Félix Molina
La ciudad es su gente. Lo que fue en un principio el poblamiento derivó primero en la costumbre, luego en la rutina. Pero si el prado o la ladera tienen las mismas volátiles y vírgenes fronteras del mar, la topografía urbana se hace materia, esqueleto del deseo o la ruina de sus pobladores. Un día en la ciudad acumula otro y, de repente, a la vuelta de un siglo, casi una eternidad ya hizo nido entre las vértebras de sus moradores, frecuentes holladores de sus pasos de cebra, de sus avenidas, de sus cepas de sombra o de altura. Tanto se confundió acá, entre los edificios, el paisaje con el paisanaje que también se hace uno con él, que también se retuerce dolorido en sus circunvalaciones o se hace extraño animal que anida en sus bahías, como gustaba de divisar el viejo Whitman cuando soñaba Manhattan (City nested in bays! mi city!).
Un poeta, Pablo Luque Pinilla (n. 1971), y un fotógrafo, José Luis Rodríguez Torrego (n. 1966) -viajeros constantes, pero nativos de aquella Madrid que el Dámaso más insomne y menos erudito bramó como continente de más de un millón de cadáveres-, dos artistas que se expresan en lenguajes repletos de mirada y se unen en un conjuro que –con el vértigo del zoom y la pausa del verso– rescata para la ilusión de los sentidos y sus conjuntos el pálpito efervescente de otra ciudad de bahías, puentes, calles que simulan montañas de asfalto… y – sobre todo accidente– la vida. San Francisco, la una vez devastada pero resurgida, la siempre anclada en la Costa Oeste para desdoro de su perpetuo movimiento (de credos, de creencias, de condiciones, de proclamas), se nos aparece en los textos y en las fotos de sus dos exégetas como esa bestia de mil caras, que es decir de casi un millón de rostros (o espaldas, o espinazos, o posaderas, como en las fotos de José Luis Rodríguez Torrego) y otros tantos destinos.
Abre una hendidura en este ciberrincón de racionada sombra, la luz –pulsada o cantada– de un poeta y un fotógrafo que se enfrentan a la ciudad sin necesidad de combatirla (atrás quedó la industria develada, denunciada, casi vomitada por Rimbaud en sus Iluminaciones -ojo a este enlace, es de calidad para los adictos) o el exorcismo del Lorca de Oficina y denuncia. Les basta con sentirla, bajo el objetivo o la yedra floreciente del versículo. Con abrazarse, en la metáfora o el escorzo, a la brillante medianía de aquellos –estos– pobladores que ya son uno –y viceversa– con su poblado. En el trasiego de dos creadores que han habitado, muchas veces, la penumbra estancada de un metro o una drugstore ya no cabe el rencor de los píxeles o las sílabas, sino el reconocimiento, el brazo tendido a cada cual para acariciarlo con el quebrarse del diafragma o la nota amortiguada, revis(it)ada amorosamente por el cursor inquieto.
En veinte singladuras –o poemas– y otras tantas imágenes (y alguna más, como la de la serena boya recortada sobre la ciudad teñida de bruma que antecede este itinerario), Pablo Luque Pinilla y José Luis Rodríguez Torrego nos hacen cómplices de SFO, del San Francisco que nos recibió casi ajeno, como portezuela de avión, pero nos despide atardecido, amistado, congraciado ya, definitivamente, con el mundo y su única, más pura respiración: las personas.
Un renglón libre, coloquial pero sereno y majestuoso (como aquel de José Hierro en su Réquiem ), y una fotografía saturada con naturalidad, con el acento de la empatía, son los mejores cicerones de un recorrido que, por la amabilidad de sus autores, anticipamos aquí, en la pequeña galería de literatura y otra disciplina artística que quiere ser esta sección. Que lo disfrutéis tanto como yo.
S K Y LINE
Pirámide Transamérica
No sabes si, eje o vértice, será su ascenso una locura.
Cae el sol como un manto de savia incandescente, y acechas el horizonte
con la esperanza de albergar lo inaccesible.
Es hora de encarar el desafío, de aceptar la pugna que en tus ojos
enciende la Pirámide, los radios que atraídos por su centro tensan tu
deseo.
El que refleja tu rostro tapiado por las nubes, habitado por la urna que
proyecta su extensión.
El que dibuja el gesto donde se desvela tu objetivo, donde se adivina la
forma que incendia tu figura.
ENMIENDA GENER ACIONAL
Market St. (S. XXI)
¿Recordáis? Cuando niños ya jugábamos a esto.
Ignorábamos el dolor de nuestra máscara, sus rasgos surcados por un
quejido de reproches.
No importa si el jazz flotaba sobre una urbe oscura mientras Allen
Ginsberg aulló en la sombra, ni la música coloreada en Haight-Ashbury
cuando Michael Fallon encendió otra mecha.
Si la conciencia era fósil y el deseo pétreo, la sima de orfandad se abría
para todos. Si era fácil el eslogan y más aún la muerte, lo difícil ni lo
olisteis.
Recorriendo Market St., como trashumantes malheridos, vuestros rostros
mejor que nunca se recuerdan.
Vendisteis nuestra estima por un becerro de quimeras.
Te contemplo como a un escaparate.
Las pestañas del toldo,
el demorarse del día en sus aceras,
las hojas del sol perfilando el silencio.
La distancia es transparente,
y nuestro abismo un muro opaco.
Quisiera atravesar esta avenida,
acercarme junto a ti,
hasta donde pueda rozarte.
Tu presencia me convoca,
aunque te habite una oquedad
que frustra mi delirio.
Encontraremos el mar que no miramos
esperando una voz
que nos finja y nos deshaga.
U R B AN VIAT O R
Al crecer
los ejemplares jóvenes emprenden el viaje,
se unen a los de su manada.
Esta discurre, veloz y ajena,
trotando en el desfiladero,
ignorando los márgenes que ocupan
los animales rezagados.
Cuantos quedan en la orilla
presa son del estupor,
de la quietud que brota en la impotencia,
del rumbo incierto donde se amplifica la locura.
Miran escépticos a los que galopan,
hacen recuento,
aceptan impasibles la estampida.
Esperan el final sobre un mástil
que subraya
la paradoja de la escena.
LA OBRA. SFO se editó en 2013 por la bibliófila Editorial Renacimiento. Se trata de un volumen delgado (no sacia la sed de poesía e imagen que genera) pero escrupulosamente diseñado y editado. Además de las biografías de los autores, tiene el detalle inestimable de fijar el contexto geográfico y humano de la ciudad de San Francisco mediante un apéndice titulado Extrarradios, al estilo de los exhaustivos índices y apéndices que gustan de incluir muchas editoriales anglosajonas en sus publicaciones. Los autores también han diseñado una publicación para ipad y dispositivos móviles, muy recomendable, que incluye prestaciones adicionales. Además de en la lectura cotidiana, es compañía indispensable –mucho mejor que una guía al uso, se me ocurre– para una visita a esta ciudad de ciudades.
© de las fotografías y textos extractados de SFO, José Luis Rodríguez Torrego y Pablo Luque Pinilla, Editorial Renacimiento, 2013. Reproducidos y citados con permiso expreso de sus autores.
Texto fuente: Cómplices de SFO – Arte y Literatura