El volumen «Intemperie» compila dos libros, «Solumbre» y «El vértigo y la serenidad». El título elegido para reunirlos es un correlato de intenciones existenciales y poéticas. También una forma de conjurar la destemplanza que conlleva. No en vano, la antítesis quizás sea el mejor recurso con que en este volumen se alimenta la elocuencia. En el primer libro encontramos la reescritura del poemario homónimo en edición de 1993. En el segundo, la agrupación de textos dispersos por revistas, blogs, antologías y plaquettes publicados a lo largo de veinte años de escritura.
«Solumbre» –nos confiesa el autor en la nota aclaratoria– es el libro que le hubiera gustado escribir. La reescritura desde la maestría que otorga el oficio. El título remite al sol y la sombra, que son en los poemas una realidad confirmada, una convivencia ineludible como enuncia el propio neologismo. También un regreso a lo esencial, liberando los versos de la anécdota y la acuñación hiperestésica, donde volver a reconocer «Luz y oscuridad, humeando, prendiendo un instante infinito».
En «El vértigo y la serenidad», hay de nuevo un testimonio de claroscuros que, pese a su escritura diacrónica, no impiden que, en conjunto, reflejen una unidad subyacente. Una perspectiva en la que prevalece el rescate de un fervor primigenio, que es también el rescate del amor familiar. De esta manera, si el poemario principia ofreciendo emociones desnudas emanadas del contacto con la naturaleza, y continúa deslizándose por los parajes de la recapitulación y la memoria, concluye exhibiendo la vibración que suponen los rostros que amamos y nos aman, en la hermosa sección con que se cierra, «De profundis amamus».
El volumen, además, se nos sirve en la elegante y hermosa edición de Sapere Aude que cuida hasta el más mínimo detalle, y hace honor a la calidez −y la calidad− con que nos susurran estos poemas entre tanta intemperie.
Hay libros certeros como una roca y persuasivos como una epifanía. Tan densos como transparentes, en su coherencia poética implosionan y, al hacerlo, esparcen esquirlas de significación tras cuya lectura ya no seremos iguales. «Intemperie» es uno de ellos.