Este libro es una de mis cuentas pendientes de 2022, consumida ya una tercera parte de 2023. Como tantas veces, apuré la noche hasta la misma madrugada.
Hay sellos independientes –sellos que además son personas– y traductores cuyos productos son de calidad garantizada. Es el caso. Demasiadas veces damos por supuesto que esto debe ser así. Craso error. Anotado queda para el propósito de enmienda.
Para la memoria colectiva de media Europa, el Rey de España es el príncipe azul de todos los cuentos. Tal fue la repercusión del pasado de esplendor español. En el caso de Wakoski, es el pretexto simbólico para hablar de sus amoríos, ligues y flirteos. Del amor nos dice Moga en el prólogo. Del desamor y cuanto se espera idealizado, añadimos. Escribirlo es para la poeta una manera de conjurarlo, y una forma de mitigar amarguras y trascender frustraciones. El lector que nos conoce sabe que preferimos siempre encender fuegos antes que acumular desastres. Acusar las heridas solo para recoger la sangre con que favorecer arrobos y efervescencias. Por eso, consideramos que Wakoski quiere recordarnos que el amor es la fuerza que mueve el mundo, y que esta no se enlata. (Sin querer hemos vuelto a Moga).
Y lo hace con una poesía narrativa de primer orden, bien ordenada en hileras de metáforas. Frescura de lo narrativo respirado e inspirado líricamente. Pura esencia poética de nuestra adorada tradición anglosajona. Por eso, no hay en este libro descanso para los meandros del pensamiento encauzados en imágenes y alegorías bien tramadas y trabadas. Con todo, si esta poesía ha sido adscrita a la poesía confesional, los "deep imagist", e incluso a los aullidos de los beat, Wakoski es y no es todo eso. Pues no cuadran siempre cronológicamente las adscripciones, pero sí lo hacen por tramos los temas y el tono, fruto de una tradición, ya se ha dicho. Asimismo, el abordaje de asuntos resulta ciertamente sesentaochesco (el libro es de 1976), heredero de un fenómeno cultural a ambos lados del Atlántico. Sea como fuere, la poeta es aquí su propia escuela, la única adscripción en rigor posible.