Antes de conocer a David Delfín (Málaga, 1968 ), sólo tenía noticia de él por su aparición en Campo abierto, la antología de poesía en prosa, hoy de referencia, que Marta Agudo (DEP) y Carlos Jiménez Arribas publicaron en la desparecida DVD en 2006. Más tarde pude tratarle en persona en 2010, casi un año después de haber publicado mi compilación Avanti. Poetas españoles de entresiglos XX-XXI (Olifante, 2009).
David era un habitual de encuentros y recitales poéticos madrileños, donde era fácil encontrárselo junto a autores de larga trayectoria, como Javier Lostalé. A pesar de mi reticencia a hacer nuevas presentaciones de la obra ―pues ya se había llevado a Zaragoza, Madrid, Rímini y otros lugares―, David me convenció para hacer una última. Todavía hoy le agradezco aquel acto en el Café Libertad de Madrid, pues resultó muy cercano y propicio a la confidencia, lo que me permitió explicar con detenimiento y cierta distancia las razones nada al uso de aquel libro y, en cierto modo, otorgarle la mayoría de edad para que caminara solo.
Después le perdí la pista y no fue hasta el año pasado que Maclein y Parker me mandara Equívocos Árboles Caligrafías Personas a instancias suya. Se comprenderá que a estas alturas de 2023 este sea el último libro del año pasado que traiga a este espacio, pero que desee dejar por aquí este comentario.
Como un collage de fragilidades define el libro Jesús Aguado en el prólogo. Una obra formada por poemas en prosa ―casi todos― que se alzan como oyentes, según nos recuerda en el epílogo Agustín Fernández Mallo que el poeta señalara en otro de sus libros.
En los poemas en prosa de este volumen nos escucha el mundo. Pero no tanto en su esencia, según la metabolizamos en nuestra mirada, sino por el impacto que suscita mientras nos adentramos en él. De lo real, por tanto, encontramos aquí su corporeidad, sus paradojas, y también percibimos su fragilidad. De hecho, si nos hubiéramos acercado en otro momento, el resultado habría sido otro bien distinto, porque nada obedece aquí a un argumento previsible. Simplemente se levanta acta de ese encuentro en el momento en el que acontece, según su naturaleza mutable y cambiante. Como dice Jesús Aguado en el prólogo, la escritura de David Delfín «no produce enunciados ni mensajes, sino energías, atmósferas, anfractuosidades, indeterminaciones, sesgos, roturas».
Traigo aquí dos bellos poemas, «(Población)» y «(Células)» para asomarnos al espacio original aquí transitado. Porque esta poesía, ya se ha dicho, te escucha mientras oyes la voz del poema. Tiene esa rara habilidad de engullirte para que experimentemos un poco más las perplejidades de lo real.