«Del cero al infinito: la poesía total de PLP»
Félix Molina
Ahora que vislumbramos la eternidad o el infinito y la ciencia se vuelve, cada vez más, poesía –nanoscopios que inspeccionan más allá de lo microscópico, sondas que perduran por nosotros en el espacio– tendremos que recordar que, antes que cualquier conocimiento, la palabra ya anduvo entretenida en proyectarnos sobre todo.
Digo esto porque acabo de leer, para mi alegría, Cero, el nuevo libro de Pablo Luque Pinilla (editado por Renacimiento), con quien tuve la suerte de abrir Literatura y… en este blog, y su escritura es la constatación de que tenemos en el verbo todo lo que queremos saber, tal y como nos decían aquellos viejos maestros de gramática (preguntémosle al verbo, siempre al verbo…;).
Cero va de orígenes, de la creación entrevista en un magma donde la única certidumbre es –lo aplaudo diariamente– la belleza; trata de la geometría y sus misterios, origen y pregón a la vez de lo bello creado («Contemplo la estructura de su haz, / el mapa que despliega su lección / de simetría en la isla de St. Patrick, en la piel de Dublín: Baile Átha Cliath» –leemos en «Trébol»).
Ocurre que –como le sucedió en su introspección sobre la ciudad de San Francisco, que nos sembró para siempre, muy dentro, una fotografía adicional a las geniales que pululaban por el libro SFO– Pablo Luque se guarda de asignar a la poesía un solo, único, unívoco lenguaje; más bien abomina de dicha representación y se encarga de apacentarnos un buen rebaño de voces donde se unen los registros científicos (como en «Analepsis embrionaria»), filosóficos (la deconstrucción de Derrida, aplicada a un original poema amoroso) o hasta irónicamente ecológicos («Reciclamos basura, / organizamos el fracaso», se lee en «Punto limpio»): todo, tamizado por la conciencia de su esencia original y su destino incierto, es susceptible de ser poético, en parte porque a través de la indagación que es este libro de PLP vamos sabiendo que lo más poético de todo es –simplemente- ser, es decir, originarse, crearse (no olvidemos de paso, la etimología donde el poema hunde sus raíces), proclamarse ese cero revisitado desde todos sus cantos –los de su volumen geométrico y los de su música esencial.
Que no se comprometa con un lenguaje poético dado (nunca mejor dicho), determinado, no quiere decir que su expresión no sea un compromiso directo con lo bello, con lo buenamente cantado, ahora –en este 2014– como en los tiempos de un Catulo. Pablo cierra sus textos como siempre se cerró un buen poema: con esas líneas que lejos de lapidarse se golondrinizan, para estar siempre yendo y viniendo a nuestra experiencia de lectores y de personas. «Al final todo obedece al ángulo con que se gire el ojo» en «Perdón» o «la deriva del agua en la inclemencia / de este baño mortal llamado vida», en «Comida rápida» –entre varias decenas de versos compañeros– cumplen para mí ese eterno y rítmico ritual poético que es acordarse de un verso y, como de paso, agarrarse a él cuando la vida nos zarandea.
Otro prodigioso hallazgo en Pablo Luque es el cuidado detallismo de la edición de su Cero, de la que el autor no se desentiende. Vuelve a incluir –como en el glosario de SFO, con pasión casi anglosajona (por aquí no se estilaba este dispendio)– un conjunto de «Notas Perimetrales», que interseccionan con los contenidos que ya andaban revoloteando por nuestros resquicios, desde la primera lectura de los textos precedentes. Todo se adoba –por si todo no era ya un todo- con el uso de las imágenes, del que ya teníamos buena muestra (fotográfica) en SFO, pero que en este libro transitan por el venero de la ilustración (la cubierta y diez piezas de Luis Ruiz del Árbol), y son siempre un hermoso trasunto gráfico del texto que acompañan. Es una tendencia que se respiraba en el aire hermosamente viciado (y fresco a la vez, claro) del también originalísimo poeta Pe Cas Cor (Pedro Casariego Córdoba, http://www.pedrocasariego.com/), al que dedicaremos sin dudarlo una reseña o quizá una hoja luminosa en el calendario que viene. O en el Lorca más expresivo y colorista, con dibujos trazados por su propia mano. O en el Apollinaire genitor de esta corriente, al que (como a PLP en «Quiz Show») se le quedan pequeños los estrechos márgenes del verso, y prefiere siempre la irisación del caligrama –por darle un nombre a la explosión, a ese Big Bang de las palabras en torno a lo que se quiere expresar. En el origen, la poesía ya es el trazo –o al revés, nunca se sabrá: todo trazo prefiguraba ya su poesía.
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Sin ánimo destripador alguno, recojo dos muestras (que se quedan escasas) de lo que puede ser la lectura de Cero, acompañadas por las imágenes que las confrontan en el libro.
«Perdonado pero no olvidado»
P E R D Ó N
Un rombo horizontal,
dos arcos rotos y torcidos,
un pozo de visiones encontradas.
Entregamos un beso cuando nos dirigimos al arrepentimiento
y en su expresión
todo se desenvuelve en una forma.
La del gigante que dibuja una guadaña de tristeza
o la del medio óvalo de párpados cerrados.
La del cíclope forjando un rayo para destruir a Crono
o la del trazo suave del destino.
La de la furia púrpura sembrada en el desierto
o la que entiende lo oportuno de desear lo inacabable.
Venimos al perdón con un gesto de violencia
o sobre el potro duradero de la misericordia.
Al final todo obedece al ángulo con que se gire el ojo.
C O M I D A R Á P I D A
Cada vez es más fácil la muerte.
Jorge Dot
La agonía en el mar. El mediodía ebrio
flotando entre los ángulos del agua.
La mirada perdida, la escena del dolor.
Incontables las migas de mi cuerpo,
los golpes de los peces, sus desgarros.
Una sombra frenética que embiste
esparciendo mi sangre en la marea.
Pasto soy de los seres que habitan en el fondo,
su hambre tras el delirio de la espuma;
la deriva del agua en la inclemencia
de este baño mortal llamado vida.
También os señalo aquí el sitio más recomendable, para engancharse aún más a su lectura, http://www.pabloluquepinilla.com/cerolibro.htm , y un clip de video inestimable para introducirnos en el mundo de Cero,
Texto fuente: Del cero al infinito: la poesía total de PLP – Arte y Literatura